sábado, 20 de junio de 2015

EL PERCANCE



07‑09‑1987
EL PERCANCE
Todo el mundo esperaba ya arreglado
que por fin empezara la corrida
pero falta el alcalde que no llega
para dar a los toros la salida.

Y cuando ya por fin al largo rato
se levantó el alcalde de la siesta
sonaron los cohetes anunciando
que era ya el comienzo de la fiesta.

Y Manolo tocó el taratatí
y los mozos se esconden tras los palos
no por miedo, solo por precaución
que los toros son un ganao muy malo.

Enfila el morlaco hacia la fuente,
todos buscan refugio el más cercano
y el gallito atrevido se decide
y le toca los cuernos con la mano.

Le mira el animal desconfiando
porque no sabe si tomarlo a risa
mas, lo piensa mejor y se decide
y le rompe al osado la camisa.

Risas y griterío en los tablados
al verle la camisa hecha girones
pero el bullicio crece al darse cuenta,
que también le rompió los pantalones.

Con la mano se tapa cierta parte
que el boquete ha quedado al descubierto
y corre a refugiarse donde pueda
paro falla el muchacho en el intento.

El bicho que le ve tan indeciso
se va tras el para ver si le ayuda
y el mozo que le dice ¡para, para!
que no quiero a mi mujer dejarla viuda.

Como el toro no entiende sus palabras
del primer empellón lo lanza fuera
y al caer se da cuenta de otra cosa
que del susto le ha entrado cagalera.

 Se ha quedado maltrecho y jadeante
y corre hacia su hogar despavorido
y a su mujer casi la da un telele
al mirarle llegar tan roto y descosido.

Se da cuenta de que algo le ha pasado
le pregunta y no acierta a responderla
y se planta en jarrillas la señora
y el marido se asusta sólo al verla.

Yo me vuelvo a poner delante el toro
que haga con mi persona lo que quiera
pues prefiero que el toro me remate
a que lo haga mi mujer que es aún más fiera.