01-08-2025
ROMERO Y JULITA
Drama en acto y pico, escrito por Güilian Chexpi
Primer acto
Hoy ha tocado escribir, sobre drama muy añejo,
Montescos y Capuletos, dos familias que hacía tiempo,
Se enfrentaron sin hablarse, por culpa de sus ancestros,
Reñidos por unas papas, que tenían de medianía:
Sembradío de un producto, para hacer patatas fritas.
¡Esta no es tuya! ¡Lo dices tú! ¡¡Mía y bien mía!!
Se enfrentaron a muerte, con un asco de por vida,
Asco que infectó a esos viejos y a toda su dinastía,
Aunque ya nadie se acuerda de por qué venía la riña,
Capuletos y Montescos se tenían la misma inquina.
Hete aquí que, con el tiempo, doña Montesco parió un niño,
Muy pocos meses después, la señora Capuleto,
Preciosa parió una niña.
Crecieron los dos pequeños y en un guateque muy casto,
Donde estaban celebrando la fiesta de la vendimia,
Tienen los mismos amigos: son de la misma pandilla.
El amor como no entiende de peleas ni de riñas,
En los muchachos mocitos, hizo crecer la semilla.
Más, los padres de Julita, tenían apalabrado,
Casorio con un tal Paris, conde noble, rico, educado,
Que quería abrir en París, un parque bien adornado,
Donde el rey sería un león, perros que hablan y dos patos,
Pero Julita al tal Paris, ni muerta quiso aceptarlo
No sabía hablar francés, y el condés, era un petardo.
Sabiendo la enemistad, que reinaba en sus familias,
Se amaban con mucho ardor, como podían: a escondidas.
Hasta un balcón de Verona, en la casa de Julita,
Trepaba el joven Romero, con habilidad y pericia.
Se llenaban de arrumacos, de abrazos,
De palabras muy redichas.
Ni un casto beso se daban, ni un roce en una tetilla.
Romero era un mozalbete, que marcando un buen paquete,
Con el jubón ajustado, ha conquistado a Julita.
Ella, una ardiente muchacha, no le miró la entrepierna,
Por mirarle la carita.
Julita dijo a Romero: te pareces al del Carpio,
¿Ese quién es prenda amada?
Un joven que desde un barco, caerá con su Rosa,
A un océano de agua helada,
Morirá como merluza, congelado, lleno de escarcha.
Creo que estás inventando, esta historia que es tan rara.
No Romero, no es invento, es que soy muy visionaria,
Veo al crucero: Titanic, naufragando entre las aguas,
De un océano lleno de iceberges, que le rajarán la panza.
Eso ya será otra historia, Julita, no seas pazguata,
Céntrate en esta que estamos, aunque, ese tal del Carpio,
Se me parezca en la cara.
Él, más salido que un pico, mirando el pescuezo a ella,
Ve que dos turgentes pechos… es decir, ¡¡dos buenas tetas!!
Que apenas tapa la ropa, el escote de la doncella.
Nota su ardor masculino, crecido como culebra,
Si ella notara ese bulto, él, moriría de vergüenza.
Cansados de tanto aprieto, de esconderse, de mentiras,
Habían decidido escaparse a espaldas de sus familias.
Lo harían y ya sin remedio, la boda consentirían.
Los muchachos, obedientes, no querían encamarse,
Sin bendición ni festejo… sin pasar por la vicaría,
Pidieron a un viejo chamán, que hablara él con sus familias.
El viejo junto a Julita, urdieron treta y no engaño,
Le dio un brebaje a la chica, diciendo: “aunque esto es apaño,
Bebe este brebaje niña, que te hará parecer muerta,
En verdad, estarás dormida.
Manda recado a Romero, no vaya a meter la pata,
Y te crea en agonía”.
Después el viejo encorvado, fue a cumplir con el mandado,
Inventando una patraña, que adornó de su cosecha,
Cambiando un poco la historia,
Que Güilian Chexpi escribiera.
Habló con los Capuleto endiñando una gran trola,
Les contó que su Julita, enamorada hasta el pelo,
Al no consentir casar, con su adorado Romero,
Para acabar su desdicha, tomó copa de veneno,
Así la hallaba Paris, y en sus brazos había muerto.
Los padres rotos de pena, culpables, por la muerte de su niña,
Por ser tan intransigentes y acatar viejas rencillas,
Se quedaron sin París, sin Disney y esas cosillas,
Lo tomaron los franceses, cual tomaron la Vastilla.
Los padres de Julita, ahora que no había remedio,
De remordimiento morían.
Acto y pico
Comienza aquí el acto y pico, de este drama lisonjero.
Julita estaba hecha un lío, pues se le acababa el tiempo.
Como no había teléfonos, ni WhatsApp ni mensajero,
No pudo avisar ¡qué pena! A su adorado Romero,
Que el veneno no era tal, que sólo estaba durmiendo.
Tomó Julita el brebaje, y en un estertor, cayó al suelo.
Muerta parecía la niña, muerta, la creyó Romero.
Besó sus labios marchitos, miró el frasco de veneno,
Quiso morir con su amada, se bebió el frasco entero,
Pero como era patraña y Romero no lo sabía,
Al ver que no le hacía efecto, viendo que no se moría,
Quiso morir, si, o si, empuñó su daga de acero,
Lo clavó en su corazón: así se quitó la vida.
Al despertar la mocita, mirando a su amado muerto,
Cogió la daga que el chico, tenía clavada en el pecho.
Sin limpiar la hoja ni el mango, de la sangre de Romero,
Se practicó el harakiri: así se quitó de en medio.
Murieron los dos amantes, por culpa de las trifulcas,
Que tuvieron sus ancestros.
Jamás pudieron encamarse, ni pegarse un buen morreo.
Así termina esta historia, este drama, este relato,
Lo escribiría Güilian Chexpi, hace muchos, muchos años,
Y esconde una moraleja:
No arrastréis rencores, riñas, de vuestros padres y abuelos,
Pues vuestros hijos podrían, pagar un muy alto precio,
Como Romero y Julita, que sin pecado, sin motivo,
Murieron inútilmente, por culpa de esos gurriatos,
Unos padres cabezones, que seguían un mandato,
Por un campo de patatas, que ninguno había sembrado,
Un caso de medianía, una pelea, un arrebato,
Que Capuleto y Montesco, ya tiempo habían olvidado.
No sé si todo es verdad, pero así me lo contaron.
El primer folio de este drama, lo manuscribí el viernes 1 de agosto camino de Medina del Campo. No tenía papel a mano, ni podía usar el móvil que lo estaba utilizando de GPS. Cogí el único papel que tenía a mano: (la lista de la compra), y por detrás fui escribiendo en el coche.
Ni que decir tiene que en la primera librería de Medina que me salió al paso, entré a comprarme un cuaderno para continuar escribiendo en el camino de regreso.
Hoy día 2, sábado, he terminado de pasarlo a ordenador, revisado y revisado, porque la historia tenía su miga, y hasta rescaños.
Espero que os guste cuando tengáis el placer de leello.
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