13-Abril-2008
Ha sido un invierno seco, el vivido en esta España,
que el ozono ha dado caña y mil toques de atención
para que la población no emita gases a esgalla,
pues al fin de esta batalla jamás habrá un vencedor.
Ahora yo no veo justo que al clima le diera el gusto
de revelarse el domingo pa estropear la excursión
que, cargada de ilusión y en el punto de reunión,
emprendimos todos juntos.
El tiempo, de siempre loco, ahora está para ingresar
entre flores y arbolitos para tratar de curar,
en clínica de reposo, esta enfermedad mental,
pues no dejó nada adverso por descargar, ¡madre mía!:
lluvia, nieve, ¡hasta granizo! , vientos fuertes, ¡Vaya día!
maldito tiempo tan loco, loca climatología.
Los ciclistas se perdieron, se extravió un senderista,
Gerardo al volar sin alas, se golpeó una costilla;
el románico sin verlo, pues las visitas previstas
no recorrimos del todo, también por culpa del clima,
con tal de no abandonar el tan cómodo autocar;
sin mirar la ruta entera, dimos la ruta por vista.
A la hora de comer no encontramos acomodo
pues a tomar por el ano en restaurante Ticiano
nos mandó, de malos modos, una antipática chica
que, con mala educación, nos llamó maleducados.
A dios pongo por testigo que con cultura exquisita
comenzó nuestra visita y muy mal fuimos tratados.
Nunca al dicho restaurante, único en aquel paraje
volveré; ni recomiendo, a nadie más que se pase
por semejante antro infesto, pues aunque estaba bien puesto
limpio y decorao muy chulo, juro aquí que no es un bulo
que nos mandó a “hacer del cuerpo”.
Solos en la fría calle, por mesa asfalto mojado;
los manteles bien rellenos de fiambreras y de trastos
sacados de las neveras, y en mitad de degustarlo
la lluvia cayó insolente en zupión tan fuertemente
que nos hizo levantarnos y correr como conejos
caladitos y asustados.
Fuimos a buscar posada, como la virgen de parto
y en vez de encontrar pesebre una escuela nos prestaron
dos vecinos de este pueblo, donde tuvo a bien dejarnos
el autocar un ratillo, hasta que volvió a buscarnos.
Encarni, una gran persona, vecina de Villallano
a quien desde aquí le ofrezco lo que fuere de su agrado,
cuando visite Alaejos el favor será pagado
y con creces, buena amiga, que tu gesto no olvidamos.
Presta buscaste al alcalde por procurarnos cobijo,
dejaste tu casa abierta, y en vez de servir la mesa
a tu esposo o a tus hijos, bajo la lluvia importuna
corriste a abrir el local, que nos ibais a prestar
sin pedir fianza alguna.
Nuevamente los manteles pusimos sobre las mesas.
Terminamos de comer sin premura ni atragantos.
Para postre arroz con leche que Tere había preparado.
Después de dulce tan rico,
hicimos la sobremesa a la puerta de aquel sitio,
pues lucía un sol hermoso, pero al rato fue horroroso
cuando dio en caer granizo que llenó el pueblo de puchas,
las mismas que nos llevamos en los pies hasta el vehículo,
que a una hora más de las tres nos buscó para llevarnos
a otro lugar muy bonito.
Un páramo, un mirador, una cueva… ¡un aire frío!
Una niebla que ocultó las vistas que eran de infarto.
El cielo, que ya estaba harto de guardar el oro líquido,
soltó su negrura inmensa en tormenta de granizo.
Si aún parece pequeña la mala suerte, al momento,
pintó un paisaje de cuento, una postal navideña,
pues la nieve tan hermosa cayó de forma copiosa
antes de emprender regreso.
Terminó el infausto viaje que hicimos con ilusión,
pensando que la excursión iba a quitarnos el tedio
que se nos pega en invierno largo como una condena;
y a todos nos daba pena que fuera en esa ocasión
cuando el cielo decidiera descargar su mal humor.
Mas no culpo a mis amigos, que organizan con esmero
lugares y eventos nuevos con ánimo de agradar
y a la hora de trabajar jamás conocen pereza,
ni piensan que un temporal propio de días de invierno
convirtiera en un infierno empeñado en fastidiar
un día para gozar en plena naturaleza.
Pues si el tiempo salió malo, nunca se pudo evitar,
ni tampoco era posible cambiar el viaje de fecha,
porque el clima con encono y la terca capa de ozono
quisiera aguarnos la fiesta.
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