FELICIDADES Mª ESTHER
Querida amiga, más, mucho más que una hermana,
el cariño, la lealtad, la confianza, en tu caso y en el mío,
ha quedado demostrada.
No han podido ni los años, el trabajo… la distancia,
no han podido hermana-amiga, con nuestra amistad tan rancia.
Rancia, no en sabor amargo, sí añejo, como la casta,
como el buen vino, en barrica de roble, hizo una buena crianza.
Puede que nuestra barrica, sea vieja, esté agrietada,
pero no deja escapar el aroma y el sabor,
que en el interior descansa.
Qué bonito fue aquel día de noviembre, cuando bien acompañadas,
paseamos los Madriles, entre risas, confidencias;
poder mirarnos la cara.
Sin que mediara el progreso, o el frío de una pantalla.
Nos teníamos frente a frente, en reunión muy añorada,
pasó en menos de un suspiro, el encuentro con mi hermana.
¡Ay! ¡hermana! ¡Quién pudiera! Darle al tiempo dos patadas,
y, sabido lo sabido, cambiar lo que no acertó el destino,
ni lo cambió la esperanza,
lo bueno que hubiera sido, que ese destino cambiara,
y el sufrimiento añadido, convertido en leve escarcha.
Pero pudimos, mi amiga, volvimos el llanto chanza,
le dijimos a los sueños, cuando ya peinamos canas,
que si la sangre que brota, de distinta fuente mana,
nosotras con el cariño, hemos convertido en savia,
tu familia con la mía, unidas cual nubes blancas,
más que la sangre fluyera, en idéntica mezcolanza.
No hizo falta, nacer de los mismos padres, nacer en dinastía exacta.
Nosotras lo decidimos, amiga mía, el ADN no hizo falta:
sin escribirlo la vida, nos queremos como hermanas.