5-ENERO-2009
Julio Evaristo un lucense,
que con ochenta y nueve años, dicen que ha subido al cielo
y en vez de himnos funerarios, una banda tras el féretro,
acompañaba al finado, con pasodoble y jaleo
y hasta cohetes lanzaron para anunciar el evento.
Este señor que famoso ha sido al pasar su entierro,
pidió que al ser enterrado, no hubiera lágrima y duelo
pagó música y jarana para su último paseo.
Quiso morir cual viviera, alegre como jilguero
y su voluntad cumplida pudo mirar desde el cielo.
Así debería ser siempre, morir como se viviera:
en vez de llanto recuerdo, en vez de pena una fiesta,
o pateos y abucheos, si el muerto lo mereciera.
Yo antes de morir del todo, quisiera hacer lo más justo
tener tiempo suficiente; poder despedirme a gusto
de familiares, amigos, paisanos y conocidos,
dando las gracias sinceras a quien amé y quien me quiso
y un tirón fuerte de orejas a aquel que sufrir me hizo.
Si yo a alguien ofendí, seguro fue con motivo
pues si fue sin intención, no es encono ni delito
aun así pido perdón, por dejar mi nombre limpio.
Recordarme siempre alegre, tal como alegre he vivido
y que guardéis para siempre, mi recuerdo con cariño.