Cuando mi abuelo tuvo que cumplir su
servicio militar, lo hizo en África y en época de guerra.
Devoto y apasionado de la Patrona de
su pueblo –y el mío- Alaejos; antes de partir y separarse de los suyos durante
muchos meses; temió no regresar con vida y quiso dejar huella de su paso por la
vida.
En una gran piedra que había en el
camino de La Casita, a pocos metros de la entrada a la ermita, grabó sus
iniciales: “R. M” con una cruz en medio.
Aunque a lo largo de tantos años han
arreglado el camino en varias ocasiones, la piedra sigue prácticamente en el mismo sitio y cada
vez que la veo sigo sintiendo la misma emoción como cuando era pequeña y con
mis dedos dibujaba esas iniciales y cruz talladas cada vez que subía a la
ermita.
Ahora la erosión del tiempo casi ha
desgastado lo que la emoción talló; pero como hace algunos años le hice una
foto, aquí os la dejo junto a la poesía que por el mismo motivo e implorando
protección a su Chiquitita, mi abuelo escribió.
Como veis, la tengo de puño y letra,
también muy gastadita; apenas el papel soporta ya el paso del tiempo, porque mi
abuelo Ruperto la guardó en su cartera desde que la escribió y hasta el día de
su muerte. Gracias a mi tía Chus que me
la regaló, pude enmarcarla para disfrutarla sin miedo a que se rompiera; y
colgada con muchísimo cariño en una de las paredes de mi salón, sigue
recordando a aquel soldadito que aguerrido y muerto de miedo partió a la guerra.
Transcribo la letra por si no se
entendiera bien.
Adiós Virgen de mi patria, Yo a ser
soldado me voy
Aunque ausente yo me encuentre, Te llevo
en el corazón.
Me he despedido de ríos y también de
mi familia
Dios me de salud y suerte para
volver a mi Villa.
Se despide:
Ruperto Muñoz